sábado, 21 de marzo de 2009

Defendamos lo nuestro


Cuando cursaba primer semestre de Comunicación Social en la UNICA, en la cátedra Lenguaje, el profesor Gabino Matos nos motivó a leer el libro: "Mensaje sin Destino", obra aleccionadora del insigne escritor trujillano Mario Briceño Iragorry y publicada en 1951, donde quedó reflejada la crisis de identidad del venezolano de mediados del siglo pasado. Casi con lamento, diríamos que el texto aún conserva su vigencia. Razón tiene la Biblia al decir: "Qué es lo que se fue?, lo mismo que será, ¿qué es lo que ha sido hecho?, lo mismo que se hará y nada hay nuevo debajo del sol." Eclesiastés 1:9

Contextaulizando lo escrito por el maestro Briceño Iragorry, encontramos que en Venezuela "siempre se le ha dado mayor crédito a lo foráneo que lo hecho en casa. Hoy cualquier venezolano conoce más la vida y las canciones de Ricky Martin, Chayanne, Shakira o Madonna. Sin embargo, se ignora la vida y obra de glorias de nuestra música popular y tradicional, entre los que se incluyen por enumerar a algunos como: Vicente Emilio Sojo, Teo Capriles, Lorenzo Herrera, Eduardo Serrano, Morella Muñoz, Evencio Castellanos, Armando Molero, Antonio Lauro, Luis Mariano Rivera, Indio Figueredo, entre otros.

El pop, el reggaeton y el vallenato (música popular colombiana de Valle de Upar) han terminado sumando muchos más seguidores que los que tiene nuestra música popular y tradicional. Y esto ocurre, muy especialmente en estados fronterizos como Táchira, Apure y Zulia donde el celo del andino, el nacionalismo del llanero y el regionalismo del zuliano no han impedido la avalancha cultural extranjera.

La vestimenta de nuestros cantantes y coleadores también han sufrido la embestida cultural, puesto que han cambiado el liqui-liqui, el pantalón caqui, la camisa blanca y las alpargatas, por la ropa típica tejana, tal cual como se aprecia en algunos programas televisivos. Otro tanto ocurre en las mangas de coleo del llano, donde los animadores les han dado por imitar el acento tejano para la narración de los espectáculos.

Vale aclarar que en ningún modo pretendo despreciar la música foránea, como tampoco combatir las nuevas expresiones que puedan surgir como parte del proceso de globalización. Sólo expresar por esta vía, mi sana preocupación sobre la necesidad de preservar nuestra identidad cultural.

Es importante que en medio de este mover cultural, mantengamos la sensibilidad que nos caracterizó como pueblo y que nos permitió disfrutar en antaño de las retretas con sus valses y merengues en la Plaza Bolívar de Caracas; ir a los llanos y escuchar la ejecución del arpa con acordes semejantes a los tocados por el desaparecido maestro Figueredo, la bandola de Anselmo López o el contrapunteo de un Vidal Colmenares con Nélson Parra; ir a Barlovento y deleitarnos al son de la curbeta, el quitiplás, la mina, tambor redondo, y el culo é puya; pasar las navidades en el oriente o en el zulia y alegrarnos con sus trovadores o pregoneros que van de casa en casa improvisando sus galerones o contradanzas... en fin, como lo dijo el Sociólogo Luis Fernández Freitas: "somos el país con más expresiones folklóricas musicales en el mundo".

Comulgo con la idea que cuando el pueblo practica activamente las diferentes manifestaciones folklóricas de su nación, desarrolla su identidad. No necesitamos copiar a otros, necesitamos amar lo nuestro. El arraigo a lo propio y su expresión a través de las artes es una ganancia que cosecha respeto, admiración y el cariño de su entorno. Así también se promueve el turismo, por ejemplo.

No se trata, pues de negar el gusto por expresiones musicales modernas o foráneas, algunas con sus bondades y virtudes, sino recordar que los que hemos nacido en ésta tierra, tierra del Alma Llanera, debemos y tenemos que decir: "primero es lo nuestro", "defendamos lo nuestro”.

Fuente: John Troya

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